El sexto planeta era diez veces más grande. Estaba habitado por un anciano que escribía
grandes libros.
¡Anda, un explorador! —exclamó cuando divisó al principito.
¿De dónde vienes tú? —le preguntó el anciano.
Qué libro es ese tan grande? —preguntó a su vez el principito—. ¿Qué hace usted aquí?
Soy geógrafo —dijo el anciano.
¿Y qué es un geógrafo?
Es un sabio que sabe donde están los mares, los ríos, las ciudades, las montañas y los desiertos.
Es muy hermoso su planeta. ¿Hay océanos aquí?
No puedo saberlo —dijo el geógrafo.
¡Ah! (El principito se sintió decepcionado). ¿Y montañas?
No puedo saberlo —repitió el geógrafo.
¿Y ciudades, ríos y desiertos?
Tampoco puedo saberlo.
¡Pero usted es geógrafo!
Exactamente —dijo el geógrafo—, pero no soy explorador, ni tengo exploradores que
me informen. El geógrafo no puede estar de acá para allá contando las ciudades, los ríos,
las montañas, los océanos y los desiertos; es demasiado importante para deambular por
ahí. Se queda en su despacho y allí recibe a los exploradores. Les interroga y toma nota de
sus informes. Si los informes de alguno de ellos le parecen interesantes, manda hacer una
investigación sobre la moralidad del explorador
—¿Para qué?
Un explorador que mintiera sería una catástrofe para los libros de geografía. Y también
lo sería un explorador que bebiera demasiado.
¿Por qué? —preguntó el principito.
Porque los borrachos ven doble y el geógrafo pondría dos montañas donde sólo habría
una.
Conozco a alguien —dijo el principito—, que sería un mal explorador.
Es posible. Cuando se está convencido de que la moralidad del explorador es buena, se
hace una investigación sobre su descubrimiento.
¿ Se va a ver?
No, eso sería demasiado complicado. Se exige al explorador que suministre pruebas.
Por ejemplo, si se trata del descubrimiento de una gran montaña, se le pide que traiga
grandes piedras.
Súbitamente el geógrafo se sintió emocionado:
Pero… ¡tú vienes de muy lejos! ¡Tú eres un explorador! Vas a describirme tu planeta.
Y el geógrafo abriendo su registro afiló su lápiz. Los relatos de los exploradores se
escriben primero con lápiz. Se espera que el explorador presente sus pruebas para pasarlos
a tinta.
¿Y bien? —interrogó el geógrafo.
¡Oh! Mi tierra —dijo el principito— no es interesante, todo es muy pequeño. Tengo tres
volcanes, dos en actividad y uno extinguido; pero nunca se sabe…
No, nunca se sabe —dijo el geógrafo.
Tengo también una flor.
De las flores no tomamos nota.
¿Por qué? ¡Son lo más bonito!
Porque las flores son efímeras.
¿Qué significa “efímera”?
Las geografías —dijo el geógrafo— son los libros más preciados e interesantes; nunca
pasan de moda. Es muy raro que una montaña cambie de sitio o que un océano quede sin
agua. Los geógrafos escribimos sobre cosas eternas.
Pero los volcanes extinguidos pueden despertarse —interrumpió el principito—. ¿Qué
significa “efímera”?
Que los volcanes estén o no en actividad es igual para nosotros. Lo interesante es la
montaña que nunca cambia.
Pero, ¿qué significa “efímera”? —repitió el principito que en su vida había renunciado a
una pregunta una vez formulada.
Significa que está amenazado de próxima desaparición.
¿Mi flor está amenazada de desaparecer próximamente?
Indudablemente.
“Mi flor es efímera —se dijo el principito— y no tiene más que cuatro espinas para
defenderse contra el mundo. ¡Y la he dejado allá sola en mi casa!”. Por primera vez se
arrepintió de haber dejado su planeta, pero bien pronto recobró su valor.
¿Qué me aconseja usted que visite ahora? —preguntó.
La Tierra —le contestó el geógrafo—. Tiene muy buena reputación…
Entonces, el Principito partió pensando en su flor...