Creo que el principito aprovechó la migración de una bandada de pájaros silvestres para su
evasión. La mañana de la partida, puso en orden el planeta. Deshollinó cuidadosamente
sus volcanes en actividad, de los cuales poseía dos, que le eran muy útiles para calentar el
desayuno todas las mañanas.
Tenía, además, un volcán extinguido. Deshollinó también el volcán extinguido, pues,
como él decía, nunca se sabe lo que puede ocurrir. Si los volcanes están bien
deshollinados, arden sus erupciones, lenta y regularmente. Las erupciones volcánicas son
como el fuego de nuestras chimeneas. Es evidente que en nuestra Tierra no hay
posibilidad de deshollinar los volcanes; los hombres somos demasiado pequeños. Por eso
nos dan tantos disgustos.
El principito arrancó también con un poco de melancolía los últimos brotes de baobabs.
Creía que no iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella
mañana extremadamente dulces. Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso a
ponerla al abrigo del fanal, sintió ganas de llorar.
—Adiós —le dijo a la flor. Esta no respondió.
—Adiós —repitió el principito.
La flor tosió, pero no porque estuviera resfriada.
—He sido una tonta —le dijo al fin la flor—. Perdóname. Procura ser feliz.
Se sorprendió por la ausencia de reproches y quedó desconcertado, con el fanal en el aire,
no comprendiendo esta tranquila mansedumbre.
—Sí, yo te quiero —le dijo la flor—, ha sido culpa mía que tú no lo sepas; pero eso no
tiene importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz… Y suelta de una
vez ese fanal; ya no lo quiero.
—Pero el viento…
—No estoy tan resfriada como para… El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una
flor.
—Y los animales…
—Será necesario que soporte dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que
son muy hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás muy lejos. En cuanto a las
fieras, no las temo: yo tengo mis garras.
Y le mostraba ingenuamente sus cuatro espinas. Luego añadió:
—Y no prolongues más tu despedida. Puesto que has decidido partir, vete de una vez.
La flor no quería que la viese llorar: era tan orgullosa…
Se encontraba en la región de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330. Para ocuparse
en algo e instruirse al mismo tiempo decidió visitarlos.
Entonces, el Principito partió...